A finales de la dinastía XVIII, el faraón Amenhotep IV impuso el culto a un dios único, Atón, y cambió su nombre por el de Ajenatón. Al mismo tiempo trasladó la capital egipcia de Tebas a Fijetatón, ciudad recién fundada que actualmente se conoce como Tell el-Amarna. Con ello se inició la revolución amarniense, que alteró profundamente todos los aspectos de la vida del país.