En el siglo XVIII, las Islas Canarias vivieron un conflicto entre las viejas tradiciones y las nuevas ideas ilustradas. El clérigo local, en oposición a la extravagante festividad religiosa y el gasto en procesiones, apoyó la reforma social basada en la razón y la ciencia. Mientras se desmantelaban retablos y se redirigían fondos hacia el bienestar social, surgieron tensiones entre los reformistas y el pueblo, que se rebeló contra la supresión de sus venerados íconos religiosos. Este choque cultural, reflejado en un conflicto entre valores tradicionales y las propuestas ilustradas, revela la lucha por el cambio en un contexto marcado por la resistencia y la fe.