El Señor de los Cielos está preso en un bunker de la marina mexicana. Ha pasado meses encerrado entre cuatro paredes sin saber si es de día o de noche, soportando el duro castigo de torturadores que buscan sacarle los nombres y paraderos de sus cómplices. Pero Aurelio no ha abierto la boca, porque el verdadero dolor no lo siente en el cuerpo con cada golpe, sino por dentro, en su conciencia, por haber perdido su libertad, su imperio, la vida de Heriberto, su primogénito, el cariño de sus hijas, de Mónica Robles y de todas las mujeres que lo amaron