Manio ha dado con un lugar no lejos del campamento en el que hacer de vientre y meditar cada mañana. El paisaje que desde allí se contempla, el canto de los pájaros y hasta una pareja de campesinos que a diario se despiden felices en la puerta de su cabaña, completan una escena que le ha devuelto a Manio la paz que tanto ansiaba.