Don Rodrigo y sus soldados llevan un tiempo sin recaudar impuestos ni cometer abusos entre los campesinos. Incluso dejan de ofrecer resistencia ante los robos de Bandolero y su banda. Pronto éstos dejan de asaltar los caminos, y se vuelven apáticos, dándose a la buena vida. El único que se mantiene en guardia es Bandolero. Pero ve que sus amigos ya no toman interés por su cometido, y esto empieza a preocuparle.